viernes, 4 de mayo de 2012

La bebé llorona

Ricardito Luna se acercó a la cama de su hermana y metió el biberón entre los labios rojo fresa de la bebé, ésta le miró, sonrió y empezó a chupar, se tocó el dedo gordo del pié y quiso jugar con la cara de su hermano, como éste no se acercaba refunfuñó y empezó a llorar de nuevo. Ricardito ya no sabía que hacer, había pensado que quizás su mamá como tenía tanto trabajo no se enfadaría si alguien se hiciera cargo de la gorda llorona. Recordaba que antes de que su papá se fuera ella le hacía la comida y hasta iban a la playa los domingos. Pero el día que su mamá vino de la clínica con la bebé todo cambió, el tuvo que hacerse grande de pronto y ayudar en la casa y calentar biberones, su mamá maldecía todos los días la mala suerte que le había tocado.
Sin más reflexiones cogió la mantita que envolvía a la niña, el chupete y un peluche y la acomodó en el cochecito, cerró bien la puerta de la casa y se paseó por la vecindad, no encontraba ningún lugar solitario donde dejar a su hermana sin que le vieran. Visitó el parque, fue a la iglesia, ni modo, todas las viejas chismosas le saludaron, subió su calle, luego la bajó, intentó alejarse del barrio y en estas iba todo pensativo cuando una voz a la espalda le gritó -¡Ricardito hijo! entonces vio a su madre cargada de bolsas -tengo un notición mi amor, vieras que Don Lorenzo me ha dicho que voy a poderos dejar un tiempito en un colegio muy bueno, muy lindo, claro solo hasta que tenga un trabajo mejor ¿no te alegras? ya verás que bien vais a estar-

domingo, 17 de julio de 2011


El mejor olor del mundo

A casa de la señora Consuelo iba mucha gente y todos salían con cajas de cartón manchadas de lamparones de aceite y perfumados con un olor que para mi era el mejor del mundo, salvo la colonia de mi mamá.

La señora Consuelo vendía magdalenas que olían mejor que el flan, mejor que los buñuelos rellenos, mejor que en la tahona del señor Julián. Pero mi abuela no se hablaba con la vecina y los únicos bollos que yo comía eran unos suizos con forma de conejito que vendían al lado de la estación.

El día que bautizaron a Marianín yo andaba saltando charcos cuando la señora Consuelo me chistó –niña, coge una- me dijo acercándome una caja llena de magdalenas calientes, cogí la más grande y salí corriendo. Me escondí en el patio junto a las gallinas, me llevé la magdalena a la nariz y sonreí, no se lo contaría a nadie, ni siquiera a mi madre cuando viniera a vernos.

sábado, 19 de febrero de 2011

¿Tienes un pañuelo?

Araceli se metió las manos en los bolsillos del baby buscando algo, no lo encontró, miró debajo del pupitre y tampoco. Volvió la cabeza y se cruzó con mis ojos, hizo una bocina con las manos para que no la oyeran y me dijo flojito:
¿Tienes un pañuelo?
Araceli era lista, no la más lista, pero siempre sacaba ochos. Su padre era pescadero: un señor muy grande, muy gordo, con los ojos de sapo y mucho dinero, porque su puesto era de los más grandes del mercado.
Yo estaba perdida, Araceli sabía que sería abogada.
Saqué un pañuelo sobado que tenía en mi bolsillo y se lo acerqué. Ella cogió una esquina que metio en la nariz dando vuelta a derecha e izquiezda hasta que despegó los mocos secos que la molestaban. Luego lo dobló con cuidadito y me lo devolvió.
-Gracias- me dijo.

lunes, 28 de junio de 2010

Andrés en el Museo de El Prado

Andrés pinta flores, casas, familias, cocodrilos grandes, coches, dinosaurios, trenes, marcianos de colores y caballos (que es lo que más le gusta).Por eso mamá ha decidido llevarle hoy al Museo de El Prado para que vea las pinturas de reyes y de principes en sus caballos.
Atravesando salas y salones, llegan a las pinturas de Velázquez ante las que Andrés se queda boquiabierto.
-Mamá, ese caballo ¿tiene una tripa muy gorda?- pregunta al fijarse en el retrato ecuestre del Infante Baltasar Carlos.
- Pues tienes razón, pero es que el pintor utilizó un truco porque antes el cuadro estaba en un lugar muy alto, y para verlo bien había que hacerle la tripa más grande al caballo.
- Pues no lo entiendo- dice Andrés poco convencido.
- Mira, si pones el cuadro muy alto, la panza del caballo no la ves grande, la ves normal- Andrés se encoge de hombros y continúa mirando.
- Y ¿por qué pintan todos los caballos con las patas para arriba?.
- Pues eso se llama caballo en corbeta, y el animal lo hace porque se le enseña a que ande con dos patas. Se tarda en domarlos, no lo hacen a la primera, claro.
- Pues yo también voy a pintar así mis caballos.
-Y ese señor tan gordo ¿quien es?- pregunta señalando al Conde Duque de Olivares.
- Un Ministro del Rey Felipe IV, el que está allí- le señala su madre con el dedo.
- Mamá, eso que hace el Ministro también es un truco porque está muy gordo... y el caballo es más pequeño y levanta las patas al borde de un precipicio... ¡Seguro que si fuera de verdad se habría caído! -y la mamá de Andrés se ríe.
- Pero, mira mamá, esa pata es grande y la otra es pequeña- y señala con el dedo al caballo del Code Duque.
- Claro, lo hacen los pintores para que parezca real lo que pintan. Mira, si nos alejamos un poco, ves lo más grande cerca y lo más pequeño a lo lejos. Lo llaman perspectiva.
- ¡Ah! ese nombre ya lo sabía, ya me acuerdo. Mamá ¿y a tí que te gusta?
- Pues a mí lo que más me gusta es el pañuelo de la Infanta Margarita ¿ves? es la princesita que hay en el cuadro de Las Meninas, pero ya de mayor ¿no te parece precioso?.
- ¿Solo te gusta el pañuelo, no te gusta más el lazo del Ministro?
- Si, también me gusta la bande del Conde Duque. Pero el pañuelo es tan bonito y tan delicado ...¡Lo estaría mirando todo el día!.
- ¿Todo el día?- se asombra Andrés
- Bueno, mucho tiempo- sonríe la madre
Y después de ver muchos cuadros, salen del Museo. Camino de casa se encuentran con un policía a caballo. Entonces, Andrés pregunta:
- Mamá ¿ese señor también es un rey?

domingo, 27 de diciembre de 2009

Diana ya no juega sola

Diana era una niña que no podía hablar con los animales, ni soñar despierta, ni bailar sin música, a ella solo le gustaba divertirse con sus videojuegos.
Un día, mientras estaba en el parque a Diana se le rompio su máquina de matar marcianitos y no supo qué hacer, todos los niños estaban en los columpios o jugando a la comba, quería acercarse y jugar con ellos pero no sabía como.
Tan pensativa estaba que no se dio cuenta de que una señora con un perrito se sentaba a su lado.
-Hola guapa ¿cómo te llamas?- le preguntó la señora del perrito
-Yo Diana ¿y su perro?-
-Se llama Melón, puedes acariciarlo, no muerde, es muy bueno- dijo la señora
El perrito miraba a la niña con curiosidad, Diana acercó la mano le acarició las orejas y Melón empezó a olerla.
-Le has caído bien- le dijo la señora
-Que divertido ¿puedo cogerle de la cadena?
-Claro, da una vuelta con él, yo os vigilo sentada-
Melón corría alrededor de los setos y saltaba encantado de tener una amiga, podía devolver todos los palos que se le lanzaran aunque fueran muy lejos y dar vueltas muchas veces alrededor de los árboles.
Después de un rato Diana se acercó con Melón al grupo de niñas que jugaban a la goma y se quedo mirando, ella también quería saltar pero ¿cómo lo hacía? a lo mejor no querían más amigas, a lo mejor sí, Diana dudaba, así que pensó que era como meterse debajo del grifo de agua fría; había que coger aire y lanzarse:
-Hola ¿puedo jugar con vosotras?- les preguntó bajito
-Vale- le contesto una de las niñas
-¿Y podemos jugar con tu perro?- le pregunto otra
-Si, se llama Melón- dijo Diana
Y después de la goma jugaron todas al escondite y luego con un ajedrez muy grande que había en el parque mientras Melón corría feliz alrededor de las niñas.
A partir de esa tarde Diana no jugó más sola, se olvidó de comprar pilas para su máquina de matar marcianitos y descubrió que era muy divertido tener amigas, leer cuentos, soñar despierta, jugar con perros y gatos y bailar sin música.

Begoña Antonio

lunes, 11 de mayo de 2009

EL AEROPUERTO


El Aeropuerto

De la puerta automática salen orientales pequeñitos con maletones, un excéntrico centroeuropeo con gafas de pasta que enmarcan sus ojos,pasa de largo desplazando toneladas de aire,parece un tipo brutal, imaginar un contacto físico con él me produce frío. Se acerca corriendo una niña con tutú rosa a recibir a su papá, su madre la enfundó un vaquero y tenis para escapar al frío, brinca tratando de agarrar la barandilla,salen unas azafatas altivas que taconean fuerte, se saben en casa,detrás vienen unos viejos alemanes abrasados por el sol, deben de vivir unas vacaciones permanentes. La niñita del tutú salta y nos mira,chupa la barra metálica,está nerviosa, su papá no sale. Unas monjitas de países lejanos se arremolinan, nos sonríen a todos, los japoneses sacan sus cámaras; se fotografían. ¿Dónde guardarán tantas fotos? Las puertas se cierran, se abren y un mulato enorme sale con una muñeca . La niña del tutú sale corriendo y se abraza a las piernas de su papá mientras le arranca su regalo.
Begoña Antonio Vallejo

SOY UN NIÑO DE HIERBA


Soy un niño de hierba

Soy un niño de hierba así que tengo verdaderos problemas con los caballos, los conejos, las cabras y sobre todo con las vacas porque me quieren comer y tengo que estar corriendo todo el día para quitármelos de encima. Pero esto no es todo también me tengo que defender del sol en verano porque a veces sus rayos son tan fuertes que me dejan amarillo. Tampoco es fácil vivir con mucho aire porque me quedo calvo y tengo que esperar semanas hasta que me vuelve a crecer el pelo. Pero no todo es malo; me lo paso bien con las mariposas y soy amigo de los gorriones y los grillos que vienen a verme porque huelo a fresquito, aunque claro lo que yo siempre he querido es una familia porque a mis padres se los comió una oveja y es muy aburrido estar solo, así que hablando con mi amiga la cigüeña me ha convencido para que me quede a jugar con sus hijos y aquí estoy en el nido que tienen en la torre del campanario. Me gusta mi nueva familia, son unos polluelos muy simpáticos que solo comen gusanos.
Begoña Antonio Vallejo